El estudio Desmontando a Disney: hacia el cuento coeducativo de Ismael Ramos Jiménez (tercer premio en el certamen de materiales curriculares coeducativos Rosa Regás) afirma que la factoría Disney contribuye a perpetuar las desigualdades de género porque incita a las niñas a adoptar roles y "cualidades" tradicionalmente adjudicados a las mujeres como ser sumisas, obedientes, dulces, conformistas, débiles y dependientes de los hombres.
El 90% de las niñas españolas de entre 4 y 7 años quieren disfrazarse de princesas antes que de médicos, profesionales liberales, flamencas o animales, entre otros muchos. Y es que sólo las princesas Disney generan una gran expectación, muchos sueños y unos 4.000 millones de euros.
No obstante, los más críticos con Disney, incluido el estudio de Ramos Jiménez argumentan que tras cincuenta años, desde Blancanieves hasta la actualidad, las heroínas animadas siguen el mismo modelo de mujer, aunque con menos ropa.
Presuntamente, las historias de Disney son políticamente correctas, justas y enseñan valores e ideales humanos y humanitarios.
O al menos así lo creen la mayoría de los padres que dejan a sus hijos que se eduquen con la televisión o con las películas o videos Disney. No son pocos, unos 200 millones de personas ven cada año un video Disney y unos 395 millones ven sus programas de televisión.
Pero no es sólo Disney la que fomenta el modelo de mujercita o princesa dependiente que necesita ser salvada, la cadena de una revista tan femenina y avanzada como Cosmpopolitan, Divinity, también ha tenido sus noches de princesas y emite reality shows en los que las novias se ponen a dieta o en los que escogen su vestido ideal para casarse.
Es una realidad muy americana que bebemos con fruición, parece cómo si el objetivo de toda mujer debe ser casarse y que a partir de ese día –el más feliz de su vida (y el más estresante, pero esto no se cuenta...-, la vida será un sueño.
Y no; una relación hay que trabajarla entre dos y la convivencia no es precisamente fácil.
Construcción de papeles típicos
Los niños forman su personalidad y aprenden sus roles de género por imitación de la familia, los amigos y los personajes televisivos, como las princesas Disney o los personajes de dibujos animados con los que se sienten identificados.
El otro modelo más o menos protagonista que ofrece Disney es la bruja, una mujer poderosa pero mezquina, amargada, envidiosa y malvada que, en muchos casos, además es fea.
Un tercer modelo de fémina, siempre secundaria y tratada a vuelo de pájaro, es la benefactora de la protagonista, sea hada madrina o ama de llaves bienintencionada. Más o menos inteligente, tampoco se corresponde con los ideales de belleza que Disney propone con mujeres-niñas etéreas y cada vez más delgadas.
La realidad de las chicas Disney es que su atractivo se suele basar en la belleza, que no tienen ningún trabajo ni ocupación ni inquietud (sólo unas poquitas leen, como Bella, pero no falta quien la acuse de rara) y que su máxima aspiración en la vida es encontrar el amor y casarse.
Adulteración de los cuentos
Disney suele adulterar y edulcorar los cuentos clásicos para conseguir un final feliz de se casaron "y comieron perdices".
Aunque también hay que tener en cuenta que las historias etiquetadas como cuentos para niños, en su origen eran relatos con moraleja para mayores y que están plagados de castigos y hechos crueles que, en muchos casos se han mutilado para "adaptarlos al mundo infantil" sin tener en cuenta que si queremos preparar a los niños para el mundo también deben conocer algunas de sus miserias, dolores y crueldades.
De lo contrario, ocultamos la realidad a los niños y los sobreprotegemos para luego lanzarlos indefensos al mundo.
Disney también ha colaborado en pasar suavizante a los cuentos populares sumergiéndolos en abundante almíbar.
Quizá el papel de los padres es estar al lado de los niños para explicarles, con sinceridad y claridad, tanto que los cuentos son cuentos como que el mundo es un lugar muy interesante en el que hay algunos peligros.
En su presunta domesticación de las niñas para convertirlas en mujeres tradicionales dedicadas a hacer feliz a su hombre, algunas películas Disney han introducido interesantes e inquietantes variaciones.
Como señala el estudio de Ramos Jiménez, en el cuento original de Grimm en la casita de los enanitos "todo era diminuto pero tan bonito y tan limpio que no se podía pedir más”. En la versión Disney, en cambio, el hogarcito de los siete está todo cubierto de polvo, con ropa sucia tirada por cualquier parte, platos sin lavar... Blancanieves exclama: "¡Se nota que aquí no hay mujeres!".
¿Inocente? Para nada y aun menos inofensivo, sino que se lo pregunten al 90% de mujeres que tienen que asumir que sus parejas no se involucren en las tareas del hogar, según un estudio de Tenn.
Por no hablar de la canción de los dibujos animados de La vuelta al mundo de Willy Fog en la que Romy, la novia de Fog, cantaba: "Yo soy Romy, dulce y fiel, y vivo enamorada de él".
Al parecer, según estas producciones, servir a los hombres y vivir para su amor son las dos condiciones básicas para que los hombres nos salven de todos los peligros, incluidos nosotras mismas, y consigamos ser felices, dado que no podemos defendernos ni valernos por nosotras mismas. El destino de las antiheroínas que se atreven a luchar o a tener ambiciones o iniciativa es el dolor, la soledad, el ostracismo o la muerte.
Los hombres de cuento
Según los estereotipos al uso, los príncipes o guerreros son fuertes, valientes, dominantes, con un toque de arrogancia y siempre prestos a luchar o a quedar como hombres; es decir, a encarnar sin cuestionárselos los atributos tradicionalmente relacionados con los hombres: agresividad, poder, empleos u ocupaciones prominentes, entereza y contención –en el sentido de que rara vez muestran ternura y mucho menos debilidad o miedo.
Igual, aunque nos quejemos del machismo, somos los padres y las madres los que hacemos creer a los niños que las mujeres pertenecemos a la vida doméstica y que debemos educar a los niños y los hombres, a la esfera pública y deben gobernar el mundo.
Si no matizamos, explicamos y vemos los cuentos junto a los niños, quizá les estemos transmitiendo el sustrato de un mundo sesgado y contribuyendo a que los hombres no sepan reconocer, mostrar ni gestionar sus sentimientos y a que las mujeres piensen que no pueden realizarse si no se casan, por supuesto con un hombre que las proteja, y las salve.
Aunque también deberíamos tener en cuenta que quizá los cuentos, las películas y la ficción no dictan totalmente nuestra forma de ver el mundo ni nuestra forma de actuar. Vamos, que igual ver violencia no nos impulsa necesariamente a tomar una metralleta y a disparar a nuestros conciudadanos.
Más sobre el tema:
Desmontando a Disney: hacia el cuento coeducativo de Ismael Ramos Jiménez
Lecturas infantiles subversivas, un estudio que habla sobre nuevos cuentos infantiles en los que, por ejemplo, "los personajes infantiles se muestran rebeldes, traviesos y no aceptan la autoridad de los adultos. A veces son incontrolables y otras tienen una creatividad que arrastra a los adultos a lugares insospechados".
Y es que los niños también pueden educar a sus padres...
Por Alicia Mishari para wwww.lamaletaroja.com
El 90% de las niñas españolas de entre 4 y 7 años quieren disfrazarse de princesas antes que de médicos, profesionales liberales, flamencas o animales, entre otros muchos. Y es que sólo las princesas Disney generan una gran expectación, muchos sueños y unos 4.000 millones de euros.
No obstante, los más críticos con Disney, incluido el estudio de Ramos Jiménez argumentan que tras cincuenta años, desde Blancanieves hasta la actualidad, las heroínas animadas siguen el mismo modelo de mujer, aunque con menos ropa.
Presuntamente, las historias de Disney son políticamente correctas, justas y enseñan valores e ideales humanos y humanitarios.
O al menos así lo creen la mayoría de los padres que dejan a sus hijos que se eduquen con la televisión o con las películas o videos Disney. No son pocos, unos 200 millones de personas ven cada año un video Disney y unos 395 millones ven sus programas de televisión.
Pero no es sólo Disney la que fomenta el modelo de mujercita o princesa dependiente que necesita ser salvada, la cadena de una revista tan femenina y avanzada como Cosmpopolitan, Divinity, también ha tenido sus noches de princesas y emite reality shows en los que las novias se ponen a dieta o en los que escogen su vestido ideal para casarse.
Es una realidad muy americana que bebemos con fruición, parece cómo si el objetivo de toda mujer debe ser casarse y que a partir de ese día –el más feliz de su vida (y el más estresante, pero esto no se cuenta...-, la vida será un sueño.
Y no; una relación hay que trabajarla entre dos y la convivencia no es precisamente fácil.
Construcción de papeles típicos
Los niños forman su personalidad y aprenden sus roles de género por imitación de la familia, los amigos y los personajes televisivos, como las princesas Disney o los personajes de dibujos animados con los que se sienten identificados.
El otro modelo más o menos protagonista que ofrece Disney es la bruja, una mujer poderosa pero mezquina, amargada, envidiosa y malvada que, en muchos casos, además es fea.
Un tercer modelo de fémina, siempre secundaria y tratada a vuelo de pájaro, es la benefactora de la protagonista, sea hada madrina o ama de llaves bienintencionada. Más o menos inteligente, tampoco se corresponde con los ideales de belleza que Disney propone con mujeres-niñas etéreas y cada vez más delgadas.
La realidad de las chicas Disney es que su atractivo se suele basar en la belleza, que no tienen ningún trabajo ni ocupación ni inquietud (sólo unas poquitas leen, como Bella, pero no falta quien la acuse de rara) y que su máxima aspiración en la vida es encontrar el amor y casarse.
Adulteración de los cuentos
Disney suele adulterar y edulcorar los cuentos clásicos para conseguir un final feliz de se casaron "y comieron perdices".
Aunque también hay que tener en cuenta que las historias etiquetadas como cuentos para niños, en su origen eran relatos con moraleja para mayores y que están plagados de castigos y hechos crueles que, en muchos casos se han mutilado para "adaptarlos al mundo infantil" sin tener en cuenta que si queremos preparar a los niños para el mundo también deben conocer algunas de sus miserias, dolores y crueldades.
De lo contrario, ocultamos la realidad a los niños y los sobreprotegemos para luego lanzarlos indefensos al mundo.
Disney también ha colaborado en pasar suavizante a los cuentos populares sumergiéndolos en abundante almíbar.
Quizá el papel de los padres es estar al lado de los niños para explicarles, con sinceridad y claridad, tanto que los cuentos son cuentos como que el mundo es un lugar muy interesante en el que hay algunos peligros.
En su presunta domesticación de las niñas para convertirlas en mujeres tradicionales dedicadas a hacer feliz a su hombre, algunas películas Disney han introducido interesantes e inquietantes variaciones.
Como señala el estudio de Ramos Jiménez, en el cuento original de Grimm en la casita de los enanitos "todo era diminuto pero tan bonito y tan limpio que no se podía pedir más”. En la versión Disney, en cambio, el hogarcito de los siete está todo cubierto de polvo, con ropa sucia tirada por cualquier parte, platos sin lavar... Blancanieves exclama: "¡Se nota que aquí no hay mujeres!".
¿Inocente? Para nada y aun menos inofensivo, sino que se lo pregunten al 90% de mujeres que tienen que asumir que sus parejas no se involucren en las tareas del hogar, según un estudio de Tenn.
Por no hablar de la canción de los dibujos animados de La vuelta al mundo de Willy Fog en la que Romy, la novia de Fog, cantaba: "Yo soy Romy, dulce y fiel, y vivo enamorada de él".
Al parecer, según estas producciones, servir a los hombres y vivir para su amor son las dos condiciones básicas para que los hombres nos salven de todos los peligros, incluidos nosotras mismas, y consigamos ser felices, dado que no podemos defendernos ni valernos por nosotras mismas. El destino de las antiheroínas que se atreven a luchar o a tener ambiciones o iniciativa es el dolor, la soledad, el ostracismo o la muerte.
Los hombres de cuento
Según los estereotipos al uso, los príncipes o guerreros son fuertes, valientes, dominantes, con un toque de arrogancia y siempre prestos a luchar o a quedar como hombres; es decir, a encarnar sin cuestionárselos los atributos tradicionalmente relacionados con los hombres: agresividad, poder, empleos u ocupaciones prominentes, entereza y contención –en el sentido de que rara vez muestran ternura y mucho menos debilidad o miedo.
Igual, aunque nos quejemos del machismo, somos los padres y las madres los que hacemos creer a los niños que las mujeres pertenecemos a la vida doméstica y que debemos educar a los niños y los hombres, a la esfera pública y deben gobernar el mundo.
Si no matizamos, explicamos y vemos los cuentos junto a los niños, quizá les estemos transmitiendo el sustrato de un mundo sesgado y contribuyendo a que los hombres no sepan reconocer, mostrar ni gestionar sus sentimientos y a que las mujeres piensen que no pueden realizarse si no se casan, por supuesto con un hombre que las proteja, y las salve.
Aunque también deberíamos tener en cuenta que quizá los cuentos, las películas y la ficción no dictan totalmente nuestra forma de ver el mundo ni nuestra forma de actuar. Vamos, que igual ver violencia no nos impulsa necesariamente a tomar una metralleta y a disparar a nuestros conciudadanos.
Más sobre el tema:
Desmontando a Disney: hacia el cuento coeducativo de Ismael Ramos Jiménez
Lecturas infantiles subversivas, un estudio que habla sobre nuevos cuentos infantiles en los que, por ejemplo, "los personajes infantiles se muestran rebeldes, traviesos y no aceptan la autoridad de los adultos. A veces son incontrolables y otras tienen una creatividad que arrastra a los adultos a lugares insospechados".
Y es que los niños también pueden educar a sus padres...
Por Alicia Mishari para wwww.lamaletaroja.com
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